La Procesión del Humo
El último domingo de noviembre se celebra en la localidad riojana de Arnedillo una tradición muy peculiar: la Procesión del Humo. Sus orígenes se remontan a 1888, cuando una epidemia de viruela negra asolaba a la población provocando una gran mortandad. Los habitantes de Arnedillo recurrieron a la sabiduría popular y a la fe para intentar paliar aquella enfermedad. Por un lado, conocedores de las propiedades medicinales de ciertas plantas, prendieron con ellas hogueras por las calles para generar un humo que purificase el aire. Por el otro, indecisos de a quién pedir favor, colocaron una vela a cada uno de los siete santos que por entonces veneraban, con la convicción de que la vela que más tarde se consumiera, indicaría a quién dirigir sus plegarias. Tal honor correspondió a San Andrés, al cual se paseó por las calles entre el humo de las hogueras. Misteriosamente el mal remitió; el santo y el humo “obraron el milagro”.
Desde entonces se celebra esta tradición. A finales de noviembre, puntuales a la cita, multitud de devotos y curiosos se acercan a Arnedillo para vivir un acto festivo-religioso único en España. Los lugareños comienzan a primera hora de la mañana a preparar hogueras por las calles por donde pasará la comitiva, en las que queman fundamentalmente romero y grojo. Humedecen el fuego y lo agitan con ramas para conseguir un denso humo que va inundando todo el pueblo. Es un acto muy popular en el que participan con entusiasmo gente de todas las edades, unos afanados en alimentar el fuego y generar el humo y otros participando de la procesión.
La Cofradía de San Andrés saca el santo de la iglesia donde previamente se ha llevado desde una ermita en la que permanece el resto del año, y lo porta por las angostas y empinadas calles del pueblo, en un recorrido que acabará en el mismo punto de partida. El aire se hace irrespirable y la visibilidad es escasa, a veces nula. Los presentes, convertidos en siluetas, aparecen y desaparecen entre la humareda mientras siguen al santo. Se protegen como buenamente pueden, aunque no logran evitar la tos y las lágrimas. El desconcierto se apodera de los que acuden por primera vez. Una vez terminada la procesión y tras celebrarse una misa, el santo retorna a la ermita y se hace una subasta de roscos bendecidos, manzanas y dulces.
Dice la tradición que aquellos que pasan por el humo quedan prevenidos de la gripe y los catarros para todo el invierno.